Cuando pensamos en el pasado solemos hacerlo con nostalgia, todos conservamos vivencias arraigadas en nuestra memoria, vinculadas generalmente a los sentidos. Sin haber sido capaz de entrar en la web del Museum of Endangered Sound (si lo intentan les deseo mejor suerte), recuerdo el unísono sonido de más de cincuenta máquinas de escribir percutiendo sus respectivos tipos sobre una cinta para imprimir, cada cual en su folio, caracteres, palabras, frases, y finalmente textos. En aquellos días de juventud asistíamos con ilusión a los modernos cursos audiovisuales de mecanografía encaminados al logro de las 360 pulsaciones por minuto. Muy útiles a quiénes necesitamos una herramienta tan indispensable para ganarnos el pan redactando.
Pero no debemos mal interpretar la nostalgia. No podemos entrampar nuestros errores presentes pensando que todo tiempo pasado fue mejor, como nos advierte Ernesto Sabato, interpretando la célebre frase inspirada en las coplas de Manrique, acostumbramos olvidar las cosas malas. Lo cierto es que los nuevos mecanismos digitales son más silenciosos, pero siguen produciendo ruidos, que cómo todos los surgidos de la omisión existen aunque sean menos molestos. Aquellas cosas inadvertidas hoy, mañana pueden ser nostálgicas. La tendencia del tiempo nos conduce a superar el pasado conservando lo mejor del mismo. Las 360 pulsaciones de entonces siguen tecleando hoy nuestro utensilio de trabajo ayudándonos a formatear palabras, con menor rumor, seguramente, pero con la enorme ventaja de permitirnos leerlas en 7 pulgadas. A propósito del tema, Jeff Bezos, con motivo de la presentación del nuevo Kindle Paperwhit, decía que el secreto de un emprendedor es adivinar los deseos del cliente. No por cierta, la afirmación del fundador de Amazon, deja de ser distante de los predicados efectuados hace bastantes años por los padres de la economía de mercado. Parafraseando a unos y otros, podríamos decir que el éxito del escritor es anticipar las necesidades del lector. Si bien la auténtica llave del éxito, a nuestro humilde juicio, de éste admirado señor nacido en Albuquerque, es haber conseguido cruzar las curvas de la demanda y la oferta en el umbral de rentabilidad más óptimo que existe en términos productivos: el coste cero. Plusvalía de la que nos beneficiamos toda la cadena implicada en la producción electrónica. Cualquier proceso de creación humano tiene como referente su propia esencia, un contenido dentro de una forma. Un contenido brillante sin la forma adecuada puede permanecer en la nube de las ideas in saecula saeculorum. Y viceversa, puede ser presentable aunque poco recomendable. Quiénes hemos pasado de imprimir 360 pulsaciones sobre papel, a hacerlo en 7 pulgadas, sí no deseamos que otros hagan nuestro trabajo debemos añadir un pequeño esfuerzo suplementario en beneficio de la forma: la edición digital. Los lectores de las 3 partes en que se divide mi primer e-book, habrán comprobado que no soy un experto en la materia. Como un novato más he cometido fallos, y como un inconformista mayor estoy empecinado en enmendarlos. Aplicando el símil de la producción de bienes, a la literaria, a continuación crearemos una lista con los errores, según mi experiencia, que han evitado hasta ahora la intersección de la curva del contenido con la de la forma:
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sábado, 12 de enero de 2013
360 pulsaciones en 7 pulgadas
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