Polvo de Grey

Existen muchas clases de polvos en esta ensalada de acontecimientos llamada existencia. Tantos como platos servidos en sus banquetes. Hay un Polvo de Estrellas del que dicen provienen todas las formas integrantes del Sistema Solar, incluidos los humanos.

¿Quién no lleva Polvo del Camino encima? Pese al empeño de la nanotecnología evitando su formación, a todos se nos ha atragantado algún polvo, y desdichado quién no tuvo ocasión probándolo.

También se habla del Polvo de Biblioteca como instrumento de medición. En esta línea John Steinbeck sostiene que el grosor del polvo sobre los libros de una biblioteca pública mide la cultura de un pueblo. Por desgracia el autor de Al Este del Edén falleció antes de conocer las bibliotecas electrónicas.

Y por último, antes de ocuparnos del polvo ocasionante del titular, nos referiremos al Polvo Inteligente usado como definición de las redes inalámbricas de minúsculos sensores utilizados con fines militares o civiles, para detectar movimientos o supervisar cambios ambientales. A título de mención baste decir que las redes de polvo inteligente pueden invadir nuestra vida alarmadamente. 

No estaríamos sacando a la luz el Polvo de Grey, sin ocasión de la fama, discutida o no pero evidente, alcanzada por el best seller CINCUENTA SOMBRAS DE GREY de la escritora británica Erika Leonard. Es innegable que la obra cuenta con las exigencias habidas y por haber para pulverizar todos los récords sin necesitar ayuda de ningún comentario marginal distinto de los efectuados por la propia autora calificándola «con mayúsculas» como su «crisis de mediana edad» aglutinante de sus «fantasías en ese país». ¡Chapeau Erika! Situarse encima del bien y del mal es uno de los peligros inherentes al éxito más comunes.  

Pero el Polvo de Grey además entraña riesgos peores como quedar enganchado en una de esas misteriosas redes inteligentes, sin poder elimarlo después de abandonar el camino ni desempolvando las cubiertas de un libro cuando nuestra forma ha mutado.